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ARTERIOSCLEROSIS
La arteriosclerosis, que significa
literalmente «endurecimiento de las arterias», es un término genérico que
refleja el engrosamiento de la pared arterial y la pérdida de la elasticidad.
Se han reconocido tres patrones, con diferentes consecuencias clínicas o
patológicas:
·
La arterioesclerosis
afecta a las arterias pequeñas y arteriolas. Las dos variantes anatómicas,
hialina e hiperplásica, se asocian con un engrosamiento de la pared del vaso y
una estenosis de la luz que puede producir lesión isquémica a partir de este
punto. La arteriolosclerosis se asocia, la mayor parte de las veces, con
hipertensión y/o diabetes mellitus y se describe detalladamente más adelante en
la sección de la hipertensión.
·
La esclerosis
calcificante de la media de Mönckeberg se caracteriza por depósitos
calcificados en las arterias musculares, típicamente en personas de más de 50
años. Radiológicamente visible, no invade la luz del vaso y en general no suele
ser clínicamente significativa.
·
Ateroesclerosis, de las palabras de raíz griega
«pasta» y «endurecimiento», es el patrón más frecuente y clínicamente más
importante.
ATEROSCLEROSIS
La aterosclerosis es una enfermedad en la que
se deposita placa dentro de las arterias. Las arterias son vasos sanguíneos que
llevan sangre rica en oxígeno al corazón y a otras partes del cuerpo.
La placa está compuesta por grasas,
colesterol, calcio y otras sustancias que se encuentran en la sangre. Con el
tiempo, la placa se endurece y estrecha las arterias, con lo cual se limita el
flujo de sangre rica en oxígeno a los órganos y a otras partes del cuerpo.
La ateroesclerosis puede causar problemas
graves, como ataque cardíaco, accidentes
cerebrovasculares (derrames o ataques cerebrales) e incluso la muerte.
La ateroesclerosis se caracteriza por
lesiones de la íntima denominadas ateromas (también, placas ateromatosas o
ateroescleróticas), que protruyen en la luz vascular. Una placa ateromatosa
consiste en una lesión sobre elevada con un corazón lipídico blando, amarillo y
pastoso (fundamentalmente de colesterol y esteres de colesterol), cubierta de
una capa fibrosa, firme y blanquecina. Además de obstruir el flujo sanguíneo,
las placas ateroscleróticas debilitan la capa media subyacente y pueden
romperse, produciendo la trombosis catastrófica de un vaso.
La ateroesclerosis es la causa más frecuente
de morbilidad y mortalidad (casi la mitad de todas las muertes) en el mundo
occidental. Debido a que la cardiopatía isquémica es una manifestación
importante de la enfermedad, los datos epidemiológicos relacionados con la
mortalidad debida a la aterosclerosis reflejan las muertes producidas por
cardiopatía isquémica (CI); de hecho, los infartos de miocardio son los
responsables de casi la cuarta parte de todas las muertes en Estados Unidos. No
se debe minimizar, puesto que la enfermedad aterosclerótica carotidea y el
ictus se asocian también con una morbilidad y mortalidad significativas.
ENFERMEDADES RELACIONADAS CON LA ATEROESCLEROSIS
La ateroesclerosis puede afectar a cualquiera de las arterias del
cuerpo, incluidas las del corazón, el cerebro, los brazos, las piernas, la
pelvis y los riñones. Como consecuencia, pueden presentarse diferentes
enfermedades según las arterias afectadas.
EPIDEMIOLOGÍA
Prácticamente ubicua en la mayor parte de los
países desarrollados, la ateroesclerosis es mucho menos prevalente en América
Central y Sudamérica, África y Asia. La tasa de mortalidad de Cardiopatía
Isquémica en Estados Unidos está entre las más altas del mundo y es alrededor
de cinco veces más elevada que la de Japón. Sin embargo, la CI ha aumentado también
en Japón y allí es la segunda causa de muerte. Además, los japoneses que
emigran a Estados Unidos y que adoptan el estilo de vida y la dieta
estadounidenses adquieren la misma predisposición a la ateroesclerosis que la población
autóctona.
La prevalencia y la gravedad de la
aterosclerosis y la CI entre los distintos individuos y grupos se relaciona con
varios factores de riesgo, algunos constitucionales (y, por lo tanto, menos
controlables) pero otros adquiridos o relacionados con los comportamientos y
potencialmente modificables. Los factores de riesgo se han identificado
mediante diversos estudios prospectivos en poblaciones bien definidas,
fundamentalmente el Framingham (Massachusetts) Heart Study and Atherosclerosis
Risk in Communities. Múltiples factores de riesgo tienen un efecto
multiplicador; dos factores de riesgo aumentan el riesgo alrededor de cuatro
veces. Cuando existen tres factores de riesgo (hiperlipemia, hipertensión y
consumo de tabaco), la tasa de infartos de miocardio aumenta siete veces.
Factores de riesgos
Constitucionales o Congénitos.
·
La Edad. Ejerce un influjo predominante.
Aunque la evolución típica de la ateroesclerosis es progresiva, no suele llegar
a manifestarse en la clínica hasta la madurez o más tarde. Entre los 40 y los
60 años, la incidencia del infarto de miocardio se quintuplica. La mortalidad
por una CI aumenta por cada década que pase incluso en edades avanzadas.
·
Sexo. A igualdad de condiciones,
las mujeres pre-menopáusicas gozan de una protección relativa contra la
ateroesclerosis y sus consecuencias en comparación con los hombres de la misma
edad. Por tanto, el infarto de miocardio y otras de sus complicaciones son infrecuentes
entre ellas si no existen otros factores de riesgo como la diabetes, una
hiperlipidemia o una hipertensión grave. Sin embargo, pasada la menopausia
aumenta la incidencia de las enfermedades relacionadas con la ateroesclerosis,
y en la ancianidad de hecho, supera a la de los hombres. Aunque desde hace
tiempo se ha propuesto la influencia favorable de los estrógenos para explicar
su efecto protector, varios estudios clínicos no han logrado poner de
manifiesto la utilidad de los tratamientos hormonales para la prevención de las
vasculopatías. El efecto ateroprotector de los estrógenos guarda una relación
con la edad a la que se inicia el tratamiento. En las pos-menopáusicas más jóvenes,
la estrogenoterapia disminuye la ateroesclerosis coronaria. Este efecto no está
tan claro en las mujeres ancianas. Además de la ateroesclerosis, el sexo
también influye sobre una serie de variables que pueden repercutir sobre las
consecuencias de la CI; así, las mujeres muestran diferencias en la hemostasia,
la curación del infarto y la remodelación del miocardio.
·
Genética. Los
antecedentes familiares constituyen el factor de riesgo independiente más
importante para la ateroesclerosis. Se han caracterizado muchos trastornos
mendelianos asociados a ella, como la hipercolesterolemia familiar. No obstante,
estas enfermedades genéticas no explican más que un pequeño porcentaje de los
casos. La predisposición familiar perfectamente probada a padecer
ateroesclerosis suele ser multifactorial, en relación con la herencia de varios
polimorfismos genéticos y una acumulación entre los parientes de otros factores
de riesgo demostrados, como la hipertensión o la diabetes.
Factores de riesgo
modificables
·
La hiperlipidemia (y más en concreto la hipercolesterolemia ) es un factor de
riesgo fundamental para la ateroesclerosis; incluso si no aparecen los demás,
su presencia basta para estimular la formación de la lesión. El principal
componente del colesterol sérico asociado a un mayor riesgo corresponde a las
lipoproteínas de baja densidad (LDL, «colesterol malo»); este es el tipo
distribuido hacia los tejidos periféricos. En cambio, las lipoproteínas de alta
densidad (HDL, «colesterol bueno») lo movilizan desde los tejidos y lo
transportan hacia el hígado para su excreción en la bilis. Por consiguiente,
las concentraciones altas de HDL guardan una correlación con el descenso del
riesgo.
Lógicamente, las estrategias alimentarias y farmacológicas que reducen
las concentraciones de LDL o colesterol sérico total, y/o incrementan las de
HDL séricas, son de considerable interés. El consumo elevado de colesterol y
grasas saturadas con la comida (presentes en la yema de huevo, las grasas
animales y la mantequilla, por ejemplo) incrementa las concentraciones
plasmáticas de colesterol. Por el contrario, las dietas con poco colesterol y/o
una proporción más alta de grasas poliinsaturadas rebaja sus valores. Los
ácidos grasos ω -3 (abundantes en los aceites de pescado) son beneficiosos,
mientras que las grasas insaturadas transproducidas
por la hidrogenación artificial de los aceites poliinsaturados (empleados en
los alimentos horneados y la margarina) repercuten negativamente sobre las
características del colesterol presente, La realización de ejercicio y el
consumo moderado de etanol elevan las concentraciones de HDL, mientras que la
obesidad y el tabaco las disminuyen. Las estatinas
son un tipo de fármacos que reducen los niveles del colesterol
circulante al inhibir la hidroximetilglutaril-coenzima A (HMG-CoA)-reductasa,
la enzima limitante de la velocidad en la biosíntesis hepática de colesterol.
·
La Hipertensión es otro
factor de riesgo fundamental para la ateroesclerosis; en este caso, influyen
tantos los valores sistólicos como los diastólicos. Por sí sola, acentúa el
riesgo de CI más o menos un 60%. Esta es la causa más importante de hipertrofia
ventricular izquierda, de ahí que esta última también guarde una relación con
la CI.
·
El consumo de cigarrillos es un factor
de riesgo perfectamente confirmado en los varones, y probablemente explica el aumento
de la incidencia y la gravedad de la ateroesclerosis en las mujeres. El consumo
mantenido (durante años) de una cajetilla diaria como mínimo duplica la
mortalidad por CI. Su abandono reduce este riesgo considerablemente.
·
La diabetes mellitus causa hipercolesterolemia
incrementa de forma acusada el riesgo de sufrir ateroesclerosis. A igualdad de
los demás factores, los diabéticos presentan una incidencia doble de infarto de
miocardio. También tienen mayor peligro de padecer un ictus y 100 veces más posibilidades
de experimentar una gangrena en las extremidades inferiores ocasionada por la
ateroesclerosis.
Otros factores de riesgo. Hasta el 20% de los episodios
cardiovasculares aparecen sin la presencia de hipertensión, hiperlipidemia, tabaquismo
o diabetes. En concreto, más del 75% de los que afectan a mujeres sin otros
problemas de salud sucedieron con unas concentraciones de colesterol LDL
inferiores a 160 mg/dl (un límite que en general se considera que conlleva un
riesgo bajo). Está claro que hay otros factores que potencian el riesgo; la
valoración de parte de ellos ha irrumpido en la práctica clínica.
·
Inflamación. La inflamación
está presente durante todas las fases de la aterogenia y se encuentra
profundamente vinculada a la formación de la placa ateroesclerótica y su
rotura. A medida que la importancia del papel causal que representa en la CI
cobra un mayor reconocimiento, su evaluación a nivel sistémico ha adquirido
trascendencia en la estratificación general del riesgo. Aunque toda una serie de
marcadores circulantes guardan una correlación con el riesgo de sufrir una CI,
la proteína C reactiva (PCR) se
ha convertido en uno de los más sencillos y sensibles. La PCR es un reactante
de fase aguda sintetizado básicamente en el hígado. Surge en una etapa
posterior a varios desencadenantes de la inflamación y participa en la
respuesta inmunitaria innata al opsonizar las bacterias y activar el
complemento. Cuando se segrega en las células de la íntima ateroesclerótica,
permite estimular las células endoteliales locales e inducir un estado
pretrombótico, y también incrementa la adhesividad del endotelio hacia los
leucocitos. Pero por encima de todo, predice de manera terminante e
independiente el riesgo de infarto de miocardio, ictus, arteriopatía periférica
y muerte súbita de origen cardíaco, incluso en el caso de personas
aparentemente sanas. En efecto, la concentración de PCR se ha incorporado hace
poco tiempo a los algoritmos para la estratificación del riesgo. Curiosamente,
a pesar de que todavía no existen pruebas directas de que su descenso reduzca
directamente el riesgo cardiovascular, el abandono del tabaco, el
adelgazamiento y el ejercicio disminuyen la PCR; más aún, las estatinas bajan
los valores de PCR en gran medida con independencia de sus efectos sobre el
colesterol LDL.
·
Hiperhomocistinemia. Los
estudios clínicos y epidemiológicos ponen de manifiesto una sólida relación
entre las concentraciones séricas totales de homocisteína y la arteriopatía
coronaria, la vasculopatía periférica, el ictus y la trombosis venosa. El
incremento de sus concentraciones puede deberse a un aporte escaso de folato y
vitamina B 12, aunque aún no existe una clara opinión con relación a si su
ingestión suplementaria consigue reducir la incidencia de las enfermedades
cardiovasculares.
·
La homocistinuria, originada por
metabolopatías congénitas poco frecuentes,da lugar a un ascenso de la
homocisteína circulante (por encima de 100 _ mol/l) y a una vasculopatía
prematura.
·
Síndrome metabólico. El
síndrome metabólico se caracteriza por una serie de alteraciones asociadas a la
resistencia a la insulina. Aparte de la intolerancia a la glucosa, los
pacientes manifiestan hipertensión y obesidad central; es más, se ha propuesto
que la señalización anormal del tejido adiposo es lo que motiva el síndrome. La
dislipidemia genera una disfunción en las células endoteliales secundaria a la
agresión oxidativa más acusada; también existe un estado proinflamatorio
sistémico que favorece más la predisposición a una trombosis vascular. Sea cual
sea su causa, el síndrome metabólico claramente se asocia a muchos delos
factores de riesgo conocidos para la ateroesclerosis.
·
La lipoproteína (a) es una forma
modificada de la LDL cuya porción de apolipoproteína B-100 está ligada a la
apolipoproteína A. Sus concentraciones se encuentran asociadas al riesgo de
sufrir una enfermedad coronaria y cerebrovascular, con independencia de las
concentraciones totales de colesterol o LDL.
Factores que influyen sobre la hemostasia. Varios marcadores de la actividad hemostática
y/o fibrinolítica (p. ej., la elevación de linhibidor del activador del
plasminógeno 1) permiten predecir el riesgo de sufrir un episodio
ateroesclerótico grave, como el infarto de miocardio y el ictus. La trombina, a
través de sus efectos procoagulante y proinflamatorio, lo mismo que los
factores derivados de las plaquetas, cada vez gozan de un mayor reconocimiento
por su contribución fundamental a los trastornos vasculares locales.
Otros factores. Entre los factores asociados a un riesgo
menos pronunciado y/o difícil de cuantificar figuran la falta de ejercicio, los
estilos de vida competitivos y estresantes (personalidad de «tipo A») y la
obesidad (que suele asociarse a la hipertensión, la diabetes, la hipertrigliceridemia
y un descenso de las HDL).
PATOGENIA DE LA ATEROESCLEROSIS
La importancia clínica de la ateroesclerosis
ha estimulado un enorme interés para entender los mecanismos subyacentes a esta
enfermedad y sus complicaciones. Desde el punto de vista histórico, ha habido
dos hipótesis predominantes: una destaca la proliferación celular de la íntima,
mientras que la otra se centra la formación reiterada de trombos y su
organización. El punto de vista actual sobre la aterogeniatoma elementos de ambas
teorías y también integra los factores de riesgo antes señalados. Con el nombre
de hipótesis de la respuesta a la
lesión, este modelo contempla la ateroesclerosis
como una respuesta inflamatoria y cicatricial duradera de la pared arterial
ante una lesión del endotelio. La progresión de la alteración se debe a la
interacción de las lipoproteínas modificadas, los macrófagos derivados de los monocitos
y los linfocitos T con los constituyentes celulares normales de la pared
arterial. Según estas ideas, la ateroesclerosis se produce a partir de
los siguientes fenómenos patogénicos:
- Lesión endotelial,
que causa (entre otras cosas) un aumento de
la permeabilidad vascular, la adhesión de los leucocitos y una trombosis.
- Acumulación de
lipoproteínas (en especial LDL y sus
formas oxidadas) en la pared del vaso
-
Adhesión de los monocitos al endotelio, seguida de su migración hacia la íntima y su transformación en macrófagos y células espumosas
-
Adhesión de las plaquetas
- Liberación de
factores desde las plaquetas
activadas, los macrófagos y las células de la pared vascular, que provoca una captación de células musculares lisas a
partir de la media o de sus precursores circulantes
-
Proliferación de las células musculares lisas y producción de MEC
- Acumulación de
lípidos a nivel extracelular y en el interior de las
células (macrófagos y células musculares lisas).
Fisiopatología lesión endotelial
Establece que las lesiones de ateroesclerosis se
inician como respuesta a alguna forma de lesión del endotelio arterial. La
lesión de las células endoteliales aumenta la permeabilidad de la pared
arterial a los componentes del plasma, incluidos los lípidos. Las plaquetas y
los monocitos son atraídos al área dañada. Los monocitos se transforman en
macrófagos, que a su vez acumulan lípidos y se convierten en células espumosas.
Las plaquetas y los monocitos liberan varios factores de crecimiento que
estimulan la migración de células musculares lisas desde la media de
la arteria hasta el interior de la íntima.
Lesión endotelial
La perdida endotelial esta debida
a cualquier lesión, inducida experimentalmente por denudación mecánica, fuerzas
hemodinámicas, deposición de complejos inmunitarios, irradiación o productos
químicos, da lugar a un engrosamiento de la intima; en presencia de dietas
ricas en lípidos, se producen los ateromas.
Las causas específicas de
disfunción endotelial al inicio de la ateroesclerosis no son completamente
conocidas. Los factores etiológicos incluyen toxinas del humo del tabaco,
homocisteina e incluso agentes infecciosos. Las citocinas inflamatorias
(P. ej., factor de necrosis
tumoral o TNF) también pueden estimular la expresión de genes proaterogenicos
en las CE.
Sin embargo, las dos causas más importantes de
disfunción endotelial son las alteraciones hemodinámicas y la
hipocolesterolemia; la inflamación es también un contribuyente importante.
Lípidos. Los lípidos son transportados habitualmente
en el torrente sanguíneo unidos a apoproteinas específicas (formando complejos
de lipoproteínas). Las dislipoproteinemias, pueden ser consecuencia de mutaciones que
codifican la poproteinas defectuosas o alteran los receptores de las
lipoproteínas en las células, o de otros trastornos de base que afecten a los
niveles circulantes de lípidos (p. ej., síndrome nefrítico, alcoholismo,
hipotiroidismo o diabetes mellitus). Alteraciones frecuentes de las
lipoproteínas en la población general (de hecho, presentes en muchos de los
supervivientes de infartos de miocardio) incluyen: 1) aumento de los niveles de
colesterol LDL; 2) disminución de los niveles de colesterol HDL, y 3) aumento
de los niveles de Lp (a) anormal (v. anteriormente).
La ateroesclerosis es una respuesta crónica
inflamatoria de la pared vascular ante una variedad de daños, incluyendo lesión
endotelial, acumulación de lípidos y oxidación, y trombosis. Los ateromas son
lesiones dinámicas que consisten en Células Endoteliales disfuncionales,
Células Musculares Lisas reclutadas y proliferantes, y una mezcla de
inflamación crónica (macrófagos y linfocitos). Los cuatro tipos celulares
contribuyen como mediadores que influyen en la aterogénesis.
En
estadios precoces, las placas de la íntima son poco más que agregados de
macrófagos y de células espumosas de las Células Musculares Lisas, algunas de
las cuales mueren, liberando lípidos y restos necróticos.
Con la
progresión, el ateroma se modifica por la síntesis de colágeno y de
proteoglucanos por parte de las Células muscúlales Lisas; el tejido conectivo
es especialmente llamativo en la cara interna, produciendo una capa fibrosa,
pero las lesiones conservan típicamente un
núcleo central de células llenas de lípidos y de restos grasos que
también se pueden calcificar con el tiempo.
La rotura de la capa fibrosa con una
trombosis añadida a menudo se asocia con situaciones clínicas catastróficas.
Consecuencias clínicas de la Enfermedad Ateroesclerótica.
Las arterias elásticas grandes (aorta, carótidas e ilíacas) y las
musculares de tamaño grande y mediano (coronarias, renales y poplíteas) son los
vasos que resultan afectados con mayor frecuencia por la ateroesclerosis. En
consecuencia, es más probable que esta enfermedad se presente con signos y
síntomas relacionados con la isquemia cardíaca, cerebral, renal o de
extremidades inferiores. El infarto de
miocardio (ataque cardíaco), el infarto
cerebral (accidente cerebrovascular), los aneurismas aórticos y la enfermedad vascular periférica (gangrena
de las extremidades) son las
consecuencias clínicas más importantes de la ateroesclerosis.
Las principales consecuencias fisiopatológicas dependen del tamaño del
vaso afectado, del tamaño y de la estabilidad de las placas, y del grado en el
que estas rompan la pared del vaso:
·
La oclusión de
los vasos más pequeños compromete la perfusión tisular.
·
La rotura de
la placa puede dejar expuestos los restos ateroescleróticos, lo que provocaría
trombosis vascular aguda (y, con frecuencia, extremadamente grave) o embolias
distales (con suelta de detritus).
·
La destrucción
de la pared del vaso subyacente puede dar lugar a la formación de un aneurisma,
con rotura y/o trombosis secundarias.
Estenosis
ateroesclerótica.
En las primeras etapas, el remodelado de la media tiende respeta el
diámetro de la luz aumentando la circunferencia del vaso. Sin embargo, el
remodelado está sujeto a ciertos límites y, finalmente, el ateroma en expansión
limita el flujo sanguíneo.
La estenosis crítica es
el punto clave en el que la oclusión crónica limita el flujo tan intensamente
que la demanda tisular es mayor que el aporte sanguíneo. En la circulación
coronaria (y en otras) se produce con una oclusión fija de aproximadamente el
70%. En reposo, los pacientes afectados tienen una perfusión cardíaca adecuada,
pero con el ejercicio, por poco que sea, la demanda es mucho mayor que el
aporte y aparece dolor torácico, debido a la isquemia cardíaca (angina estable). Las consecuencias
de la hipoperfusión arterial Crónica debida a la ateroesclerosis en varios
lechos vasculares comprenden isquemia
intestinal, muerte súbita cardíaca, CPI crónica, encefalopatía isquémica y claudicación
intermitente (dolor isquémico de la pierna).
Modificaciones
agudas en la placa: La erosión o rotura de la placa desencadena una trombosis que provoca
la obstrucción vascular parcial o completa y, a menudo, un infarto tisular. Las modificaciones que sufre la placa se clasifican en tres categorías
generales:
·
Rotura/fisura, que exponen
los componentes altamente trombógenos de la placa.
·
Erosión/ulceración, que
exponen la membrana basal subendotelial trombógena a la sangre.
·
Hemorragia en el ateroma, con expansión de su volumen.
En la actualidad, se sabe que a menudo las placas responsables de los
infartos de miocardio y de otros síndromes coronarios agudos son asintomáticas antes de que se produzca el episodio
agudo, en el que se superpone una trombosis en una lesión que antes no producía
una oclusión importante de la luz.
La preocupante conclusión que se extrae de esto es que un gran número de
personas asintomáticas tienen riesgo de sufrir un episodio coronario
extremadamente grave. Las causas de las modificaciones agudas de la placa son
complejas y entre ellas se encuentran factores intrínsecos (p. ej., estructura
y composición de la placa) y extrínsecos (p. ej., presión arterial). Al
combinarse, dichos factores debilitan la integridad de la placa, de modo que es
incapaz de soportar las fuerzas de cizallamiento vasculares. Parece que algunos
tipos de placas tienen un riesgo de rotura particularmente alto. Esas placas
son las que contienen gran cantidad de células espumosas y lípidos
extracelulares abundantes, las que tienen una cápsula fibrosa fina que contiene
pocas células musculares lisas y las que contienen cúmulos de células
inflamatorias. Las placas con alto riesgo de rotura se denominan «placas
vulnerables». La cápsula fibrosa también sufre un continuo remodelado. Como su fuerza
mecánica y su estabilidad son proporcionales a su contenido de colágeno, el
equilibrio entre la síntesis y la degradación del mismo afecta a la integridad
de la cápsula. El colágeno de las placas ateroescleróticas se sintetiza
principalmente en las células musculares lisas, por lo que la pérdida de estas
células provoca el debilitamiento de la cápsula. El colágeno es degradado por
las metaloproteinasas de matriz (M M P), enzimas elaboradas por los macrófagos
dentro de la placa ateromatosa. Por el contrario, los inhibidores tisulares de
las metaloproteinasas (TIMP) producidos por las células endoteliales, por las
células musculares lisas y por los macrófagos actúan amortiguando la actividad
de las MMP. En general, la inflamación
de la placa aumenta la degradación del colágeno y reduce su síntesis, con lo que la integridad mecánica
de la cápsula se desestabiliza. Resulta interesante que las estatinas puedan
tener un efecto beneficioso, no solo al reducir las concentraciones circulantes
de colesterol, sino también al estabilizar las placas al disminuir la
inflamación de la placa. Los factores extrínsecos a las placas también son
importantes. Por tanto, la estimulación adrenérgica (como sucede en las
emociones intensas) puede aumentar la presión arterial sistémica o inducir
vasoconstricción local e incrementar, en consecuencia, el estrés mecánico en
una placa dada. De hecho, la oleada adrenérgica que se produce al despertarse y
levantarse de la cama podría explicar la marcada periodicidad circadiana del
inicio de los ataques cardíacos (incidencia máxima entre las 6 de la mañana y
las 12 del mediodía). Esa oleada es suficiente para provocar picos de presión
arterial y potenciar la reactividad de las plaquetas. Por fortuna, no todas las
roturas de la placa dan lugar a trombosis oclusivas de consecuencias
extremadamente graves.
De hecho, la rotura de una placa silente y la agregación consiguiente de
plaquetas y trombosis en la superficie parecen ser más frecuentes y reiteradas
en los vasos con ateroesclerosis. La cicatrización de esas alteraciones de la
placa (y la trombosis superpuesta) es un mecanismo importante para el aumento
de tamaño del ateroma.
Diagnostico
de la arterosclerosis.
Si está experimentando síntomas de ateroesclerosis,
su médico le realizará un examen físico. Puede encontrar signos de arterias
estrechas o endurecidas como:
-
Pulso débil o ausente
-
Aneurisma (un abultamiento anormal o ensanchamiento de
una arteria)
-
Curación lenta de heridas, que indica que el flujo
sanguíneo está restringido
-
Sonidos anormales en el corazón, escuchados con un
estetoscopio
-
Disminución de la presión arterial en la extremidad
afectada
-
Dependiendo de los resultados del examen físico, el
médico puede sugerir más pruebas diagnósticas. Las siguientes técnicas se utilizan
para detectar las causas subyacentes de la ateroesclerosis:
Análisis de
sangre. Se usan para detectar niveles elevados de colesterol y azúcar en la
sangre que pueden aumentar el riesgo de ateroesclerosis. Tendrá que ir sin
comer durante 9 a 12 horas antes de su análisis de sangre.
Ecografía
Doppler. Su médico puede usar un dispositivo especial de ultrasonido para medir
la presión arterial en varios puntos a lo largo de su brazo o pierna. Estas
mediciones muestran si hay un bloqueo.
Índice tobillo-brazo. Esta prueba se emplea para evaluar la circulación
arterial hacia las piernas y los pies. Se compara la presión arterial en el
tobillo con la del brazo. Una diferencia anormal podría indicar enfermedad
vascular periférica, que en general es causada por la ateroesclerosis.
Electrocardiograma
(ECG). Un electrocardiograma mide la actividad eléctrica de su corazón para
buscar las áreas de disminución del flujo de sangre.
Para detectar un estrechamiento severo, se
pueden realizar las siguientes pruebas:
·
Angiografía. Esta prueba
puede mostrar si las arterias coronarias están estrechadas o bloqueadas. Se
hace inyectando un colorante líquido en las arterias del corazón a través de un
tubo largo y delgado (catéter). A medida que el colorante llena las arterias,
éstas se hacen visibles en la radiografía, revelando las áreas de obstrucción.
·
Prueba de
esfuerzo. Una prueba de esfuerzo consiste en caminar en una caminadora o una
bicicleta estática mientras son monitoreadas el ritmo cardíaco, la presión
arterial y la respiración.
·
Otras pruebas
de imagen. Su médico puede usar una ecografía, una tomografía computarizada (TC) o
angiografía por resonancia magnética (ARM) para estudiar las arterias. Estas
pruebas pueden mostrar con frecuencia endurecimiento y estrechamiento de las
arterias grandes, así como aneurismas y depósitos de calcio en las paredes
arteriales.
Tratamiento y prevención de la arteriosclerosis
El tratamiento de la arteriosclerosis y sus
complicaciones se basa en la modificación del estilo de vida, el empleo de
fármacos e incluso la cirugía cuando es necesario. Evitar todos aquellos
factores de riesgo cardiovascular que se pueden controlar, estableciendo un
estilo de vida saludable es, además, la mejor forma de prevenir el desarrollo
de arteriosclerosis.
Modificación
del estilo de vida
Lo mejor es reducir al máximo los factores
que puedan suponer un daño a los vasos sanguíneos, para evitar así la aparición
de la arteriosclerosis. Para conseguirlo, es importante tener en cuenta:
Dieta
Una alimentación saludable, que evite las
grasas animales y contribuya a alcanzar y mantener un peso apropiado, es
imprescindible para prevenir el depósito de grasas en las paredes vasculares y
la consecuente disminución del calibre arterial. Una dieta equilibrada ayudará,
además, a combatir la obesidad, que está asociada a otros trastornos como la
diabetes, la hipertensión, o la hipercolesterolemia, que ya hemos visto que son
factores de riesgo para desarrollar arteriosclerosis.
Actividad
física
Es un punto fundamental a la hora de reducir
el riesgo cardiovascular y mejorar el estado del sistema circulatorio. Basta
con realizar un ejercicio moderado, pero diario, y preferiblemente de tipo
aeróbico como caminar a paso rápido, nadar, o ir en bicicleta.
Alcohol y
tabaco
Evitar cualquier hábito nocivo como el
tabaquismo y el consumo de alcohol. Los fumadores son especialmente propensos a
la arteriosclerosis, porque fumar reduce la cantidad de oxígeno que circula por
la sangre y favorece el depósito de grasa en las arterias. El abandono de estos
hábitos puede frenar e incluso mejorar la circulación en las personas afectadas
por este problema.
El estrés
Se ha visto que el estrés también influye
negativamente en el estado de las arterias. Un estilo de vida sin tensiones y
libre de estrés contribuye al buen funcionamiento de los vasos sanguíneos.
Hipertensión
arterial
Es uno de los factores de riesgo
fundamentales que es imprescindible vigilar, ya que la hipertensión arterial
produce un daño muy importante en las paredes arteriales que, a la larga,
favorece la aparición de arteriosclerosis. El control estricto de las cifras
tensionales es una buena forma de prevenir este trastorno.
Cuidado de los
pies
En el caso de enfermedad vascular en miembros
inferiores hay que tener en cuenta ciertos aspectos en el cuidado diario de los
pies. Se usará siempre un calzado del tamaño apropiado, y las pequeñas heridas
y rozaduras se tratarán con mucha más atención que en condiciones normales,
debido a la lenta cicatrización que tienen estos pacientes y al riesgo
aumentado de infección.
Tratamiento
farmacológico de la arteriosclerosis
En realidad, a día de hoy no existe ningún
tratamiento médico que haya demostrado su efectividad para curar la
arteriosclerosis. Los fármacos que el médico suele recetar a estos pacientes
suelen ir encaminados al tratamiento de alteraciones específicas, como la
hipertensión arterial, la hipercolesterolemia, la diabetes.
Si el paciente presenta manifestaciones
clínicas a nivel de la circulación de las piernas se puede utilizar ácido
acetilsalicílico, que previene la agregación de las plaquetas en la placa de
ateroma. Otros similares pueden ser el clopidogrel, prasugrel o ticagrelor. En
algunos casos de enfermedad avanzada e isquemia establecida se puede recurrir a
los anticoagulantes como el sintrom. Si no se produce ninguna mejora con las
modificaciones en el estilo de vida, se pueden prescribir fármacos como la
pentoxifilina, que ayudan a mejorar la circulación sanguínea.
Cirugía y
otros tratamientos intervencionistas
Cuando una de las arterias principales de la
pierna queda ocluida puede hacerse necesaria la intervención mediante catéter
de Fogarty, que permite extraer el coágulo y restablecer el aporte sanguíneo.
En el caso de las arterias coronarias, la dilatación de la estrechez mediante
un balón y la posterior implantación de un muelle o stent permitirá nuevamente
el paso de la sangre a la zona de isquemia.
La cirugía propiamente dicha se reserva para
aquellos pacientes que tienen dolor, dificultades para caminar, alteraciones en
la piel debidas a la isquemia, o riesgo elevado de amputación, y no es posible
un tratamiento de los previamente mencionados. La técnica consiste en abrir la
arteria y limpiarla del material ocluyente, o bien realizar un by-pass o
puenteo del vaso obstruido, al derivar la circulación por un vaso sanguíneo
artificial.
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